No sé pero no estaba tan nervioso como pensaba. Quizá sufría una bicefalia: la cabeza y el corazón. Dos pensamientos opuestos: uno realista otro sentimental. ¿Con cuál me quedo? Esa es la pregunta y su respuesta no la supe responder, De lo que sí estaba seguro, es que yo tuve esa corazonada. “I believed” en Madrid 2016.
Fueron unos segundos convertidos para mí en horas, para otros en días. Una espera agónica con un final triste. Triste porque la esperanza es lo último que se tiene que perder. Los aros olímpicos del sobre olímpico que contenía el nombre de Rio de Janeiro escaparon cuando Madrid quiso acariciar sus curvas. Superamos a Chicago y a Tokio, dos grandes ciudades con dos grandes candidaturas que como Madrid esperaban celebrar los mejores Juegos de la historia. Cuando cayó Chicago un anillo se alojó en nuestros dedos. Después se unió otro tras caer Tokio pero ya no vinieron más. Todo nuestro gozo fue a parar a un pozo cuya salida quizás esté en 2020.
Todos nos quedamos con la miel en los labios desde Copenhague hasta la plaza de Oriente de Madrid. Pero como dijo Gallardón: "el único fracaso sería rendirse" habrá que seguir intentándolo porque la sociedad española quiere celebrar unos Juegos Olímpicos, quiere sentir ese espíritu capaz de parar guerras y humanizar a la gente. Quizá nuestros Juegos eran los de 2012 pero el pasado hay que dejarlo en el baúl porque ya nada se puede cambiar. En los de 2016 remábamos contra viento y marea, contra una ley no escrita- la rotación de continentes- y contra unas olimpiadas de 2020 por las que aspira media Europa, y esperemos que Madrid- y cuyos miembros querían evitar que se celebraran en Madrid las de 2016.
La delegación estuvo espléndida con una presentación de sobresaliente y casi nada más se podía hacer. Si los Juegos de Madrid iban a ser los juegos de las personas bajo el lema ¡hola everyone!, los Juegos Olímpicos de Rio 2016 serán las olimpiadas de Sudamérica, un territorio virgen como dijo Lula en una presentación que ablandó al COI. Se merecían una oportunidad y la reciben con optimismo porque celebrar unos Juegos Olímpicos es una de las responsabilidades mayores que puedes tener pero a la vez una de las experiencias más bonitas y honrosas del mundo para deportistas, periodistas, organizadores, voluntarios y para la sociedad en general.
Serán unas olimpiadas con sabor latino, bajo un sol que será el motor del baile deportivo mundial para una sociedad que ha recibido el impulso necesario para codearse con los países más desarrollados.
El lobby de la delegación de Rio, con Lula a la cabeza ha sido decisivo a la hora de convencer al COI. El reconocimiento mediático de Lula, el sentimiento sudamericano que apoyaba una gran candidatura y la rotación de continentes han sido los artífices que han posibilitado que los JJOO se internacionalicen un poco más que se abran las “fronteras olímpicas”.
Madrid debe estar orgullosa, con la cabeza bien alta y con un lema en mente: “el que la sigue la consigue”.
Fueron unos segundos convertidos para mí en horas, para otros en días. Una espera agónica con un final triste. Triste porque la esperanza es lo último que se tiene que perder. Los aros olímpicos del sobre olímpico que contenía el nombre de Rio de Janeiro escaparon cuando Madrid quiso acariciar sus curvas. Superamos a Chicago y a Tokio, dos grandes ciudades con dos grandes candidaturas que como Madrid esperaban celebrar los mejores Juegos de la historia. Cuando cayó Chicago un anillo se alojó en nuestros dedos. Después se unió otro tras caer Tokio pero ya no vinieron más. Todo nuestro gozo fue a parar a un pozo cuya salida quizás esté en 2020.
Todos nos quedamos con la miel en los labios desde Copenhague hasta la plaza de Oriente de Madrid. Pero como dijo Gallardón: "el único fracaso sería rendirse" habrá que seguir intentándolo porque la sociedad española quiere celebrar unos Juegos Olímpicos, quiere sentir ese espíritu capaz de parar guerras y humanizar a la gente. Quizá nuestros Juegos eran los de 2012 pero el pasado hay que dejarlo en el baúl porque ya nada se puede cambiar. En los de 2016 remábamos contra viento y marea, contra una ley no escrita- la rotación de continentes- y contra unas olimpiadas de 2020 por las que aspira media Europa, y esperemos que Madrid- y cuyos miembros querían evitar que se celebraran en Madrid las de 2016.
La delegación estuvo espléndida con una presentación de sobresaliente y casi nada más se podía hacer. Si los Juegos de Madrid iban a ser los juegos de las personas bajo el lema ¡hola everyone!, los Juegos Olímpicos de Rio 2016 serán las olimpiadas de Sudamérica, un territorio virgen como dijo Lula en una presentación que ablandó al COI. Se merecían una oportunidad y la reciben con optimismo porque celebrar unos Juegos Olímpicos es una de las responsabilidades mayores que puedes tener pero a la vez una de las experiencias más bonitas y honrosas del mundo para deportistas, periodistas, organizadores, voluntarios y para la sociedad en general.
Serán unas olimpiadas con sabor latino, bajo un sol que será el motor del baile deportivo mundial para una sociedad que ha recibido el impulso necesario para codearse con los países más desarrollados.
El lobby de la delegación de Rio, con Lula a la cabeza ha sido decisivo a la hora de convencer al COI. El reconocimiento mediático de Lula, el sentimiento sudamericano que apoyaba una gran candidatura y la rotación de continentes han sido los artífices que han posibilitado que los JJOO se internacionalicen un poco más que se abran las “fronteras olímpicas”.
Madrid debe estar orgullosa, con la cabeza bien alta y con un lema en mente: “el que la sigue la consigue”.