miércoles, 6 de mayo de 2009

¡Barça, Barça... Barça!



Sólo los grandes son capaces de misiones imposibles. Sólo los genios son capaces de conseguir que la humanidad se rinda a sus pies. Sólo los que tienen ese don son capaces de conseguir goles heroicos. Porque son únicos, porque son irrepetibles. Porque son escogidos en el Olimpo de los dioses. Ese es Andrés Iniesta, un bajito hidalgo que llegó a Londres para enseñarles a los británicos quienes son los españoles, y cómo se las gastan.
En los finales épicos surgen los dioses y se consagran los mitos. Ninguna estrella del Barça jugó un gran partido, incluso puedo decir que Iniesta tampoco desarrolló su mejor versión. Pero todo esto se esfuma cuando la engancha, cuando quita todas las telarañas de la portería blue, cuando ves las caras de los jugadores del Chelsea, cuando ves el júbilo en las blaugranas, cuando todos los barcelonistas despegan de sus asientos, cuando el corazón te late a 1000 por hora. Cuando has llegado al Sol, cuando más alto no se puede volar, cuando has llegado a un gozo pleno del que te cuesta despertar, cuando todas tus preocupaciones se olvidan porque hay un sentimiento que predomina: ser culé.
Por todo eso el gol fue un momento de éxtasis, algo mágico, algo que nunca viví durante un partido de fútbol. Un momento que no se sueña nunca, que llegan cuando menos te lo esperas, pero que llegan.
Porque todo el partido fue complicado, porque hasta ese momento no se tiró entre los tres palos, porque Peter Cech sólo tocaba el balón para sacar de portería cuando el Barça la tiraba al quinto anfiteatro. El partido desesperaba, un Chelsea rácano que marcó muy pronto haciendo sus deberes. A partir de ese momento sólo pretendían atrapar otra contra y sentenciar el partido. Pero las que tuvieron las detuvo Valdés. En estos partidos ha acallado muchas críticas, incluso la mía, se ha erigido como un gran guardameta, digno del Barça. Nada pudo hacer ante el golazo del ghanés Michael Essien, parecido al del gran Zidane en aquella final que todos recordareis.
El partido emanaba tensión, nervios y sufrimiento. No se inquietaba la portería inglesa hasta que llegó este canterano sin un gran físico aparente pero que aparece en los momentos importantes. Cuando aparecen los grandes. Los mitos, los que le convierten en la referencia de las nuevas generaciones. Los que quedan en la memoria de todos. Los que sobreviven al recuerdo. Los que nunca se olvidan. Los que quedan en los libros. Los grandes.
Porque cuando entró, ya en el descuento, cuando todo parecía perdido, cuando el sueño de conquistar el triplete se esfumaba apareció él, él sólo ante el mundo, él ante todos y todos ante él. Millones de ojos mirándole y él muy tranquilo, esperando el momento en el que desenvainar todo el júbilo y la rabia contenida en los seguidores. Y así fue. Un desahogo de emoción y de tensión. Un partido que supera en emoción el 6-2 al Madrid en el Bernabéu. Un partido que refuerza al Barça como el mejor equipo del mundo. Un equipo que sabe sufrir pero que, ante todo, sabe ganar. Que rema contra viento y marea, que se sobrepone a decisiones arbitrales erróneas, que saca corazón y casta de debajo de las piedras, que se erige como un titán en los partidos difíciles. Ya sólo queda un último escollo que también viene de tierras británicas. Un Manchester United abanderado por Cristiano Ronaldo que se enfrentará en Roma contra el Barça de Andrés Iniesta.
Visca Barça.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Barça, Barça, Barçaaaaaaaaaaaaaaaaaaa !!!